"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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16-06-2009 |
Editorial
La gravedad del 16 de junio de 1977
“y sepan… que solo muero , si uds. van aflojando /
porque el que murió peleando/
vive en cada compañero”
de Milonga pa un fusilado.
“Vas a escribir la historia, esta bien, Yo voy a escribir la mía” (Raúl Sendic a Eleuterio Fernandez, en diálogo durante la “Noche Triste”).
Un reciente documento liberado a la opinión pública, recorrió rápidamente por las autopistas cibernéticas el mundo uruguayo. En el documento de la fecha se consignan declaraciones de un “detenido especial” que había sido un jefe guerrillero. Una de los cinco figuras principales del antiguo MLN-Tupamaros (1)
El documento que algunos han pretendido ignorar hará- como todas las cuestiones graves- un proceso lento en la conciencia de viejos y nuevos militantes del movimiento social y político uruguayo. País conservador y radical al mismo tiempo –la figura es de Galeano- país pequeño agregamos nosotros, tiene la característica de que ciertas realidades tardan en instalarse en la conciencia colectiva.
Uruguay tenía una historia establecida de la derrota al movimiento guerrillero más importante de principios de los años 60 hasta su derrota final en 1972. En esa historia existían solamente dos traidores: cierto comandante guerrillero el Sr. Amodio Perez y cierto colaborador (el Tino)que ascendió rápidamente en las filas de la organización y que tenía a su cargo, bajo su responsabilidad, el interior del país.
En el año 72 los presos que fuimos sacudidos continuamente con las sucesivas derrotas parciales, en la medida que la misma proseguía constantemente comenzamos a interrogarnos. La cárcel se convirtió, en las nuevas condiciones de detenciones masivas y torturas prolongadas, en un lugar de reflexión continuada. Personal y colectiva. Donde se rompía, al influjo de la concentración humana, las barreras que internamente habían establecido la compartimentación de la actividad clandestina. Viejas confianzas que provenían del trato personal, (casas de estudios compartidas, los mismos barrios, los mismos centros de trabajo o deportivos) pero que se habían cortado con la actividad militante y la compartimentación se descubrían y se reanudaban.
De la versión oficial de la derrota que empezaba a construir su camino, en realidad, por múltiples motivos, muchos militantes dudaban. Y la duda se afianzaba en la medida que los testimonios contradictorios de diferentes militantes iban siendo de conocimiento colectivo.
La derrota demostró en su primera fase algunas cuestiones indudables que nunca han sido discutidas en profundidad y jamás discutidas orgánicamente: un altísimo porcentaje de cuadros de dirección intermedio, coaptados, carecían completamente de la madurez ideológica y la capacidad política necesaria para ocupar las responsabilidades que ocupaban.
En consecuencia ante los apremios físicos, la tortura, respondieron débilmente, fueron quebrados y aumentaron con sus confesiones el daño inicial que la embestida del enemigo había desencadenado después del 14 de abril de 1972. El hecho señalaba dos cosas evidentes: la falla de muchas direcciones intermedias y la responsabilidad de los que siendo jefes los habían promovido. Así se fue instalando la conciencia de que la derrota no tenía una causa sencilla, sino que obedecía a factores mucho más profundos.
La vida carcelaria exigía sin embargo cierto nivel mínimo de organización interna que fue cubierto de manera democrática. Los presos elegían a los compañeros que sabían no habían cantando. Y eso significaba para una parte muy importante de los responsables anteriores un desalojo de posiciones. En la necesidad la gente promovía a los militantes que se habían ganado la confianza con hechos. Se establecían jerarquías naturales en lugar de las que hasta ese momento habían imperado y que eran artificiales (2).
Las negociaciones del 72 (desde junio a septiembre) aumentaron el malestar. Hubo muchos compañeros que señalaron que de acuerdo a los reglamentos internos, al código de conducta que nos regía y la praxis aceptada colectivamente, eran inaceptables. Ningún responsable, ni dirigente preso, tenia potestad alguna desde el momento de su detención para invocar representación de la organización, menos aún para conducir negociaciones o acuerdos con el enemigo. Era el resto de la organización que estaba afuera y que integraba con nuevos militantes los mandos capturados la que decidía. Adentro, los presos, cualquiera fuera su jerarquía, no podían decidir por estar en poder del enemigo. En la medida que salieran de la situación inicial de apremio y tortura y fueran recluidos en cárceles con las debidas garantías de visita, abogados, etc, podría considerarse -en función de la situación- que recobraran lo que es innegable a cualquier militante, la información confidencial de la organización, la marcha de los asuntos colectivos que eran el motivo de la unidad y el acuerdo. Pero no mando ni potestades de decisión.
El 14 de Abril del 72, las condiciones en las que se produce la caída del jefe que después sería “detenido especial”, las negociaciones de tregua, las confesiones que se hacen públicas ahora después de haber sido mantenidas ocultas durante mas de 32 años, el rol que cumple ese mismo jefe en el enfrentamiento con Sendic, su rol luego de su muerte, su actuación como escritor y publicista oficial de la antigua guerrilla, su labor política y parlamentaria con respeto a los militares, su jefatura política primero en el viejo MLN-T reconstituido, luego en el MPP, fueron caracterizados por enfrentamientos sucesivos con diferentes militantes históricos o de prestigio que se fueron alejando de las transformaciones en ciernes. El episodio se conoce como el “goteo” (3).
Algo estaba muy claro ante de las revelaciones, Eleuterio Fernandez, había protagonizado una verdadera división del movimiento y había asentado un cambio de línea. Pero cualesquiera fueran sus capacidades, en el hecho no había estado solo. Es imposible que los sucesivos virajes políticos, sus interpretaciones teórico-históricas, su influencia interna, se haya realizado sin cómplices. Es imposible en la enorme cantidad de episodios -que se acumulan desde el 72 hasta 2009- que todos ellos escaparan a la atención de otras figuras que tenían la misma influencia o que podían convocarla y dar una lucha política.
Eleuterio Huidobro no reinaba como Stalin en medio de una dictadura feroz con aparatos represivos a su disposición. Actuaba en medio de una sociedad relativamente democrática, abierta, donde muchos tenían la posibilidad de la investigación, el acceso a los testimonios, la posibilidad de consultar archivos. Un hombre no mantiene durante más de 32 años su ligazón a ciertos servicios militares con los que siguió colaborando, como lo demuestran múltiples testimonios que hoy día –y desde hace varios años- son públicos sin que el asunto pase desapercibido. Sin que haya opositor político, periodista, investigador histórico al que los detalles no concitaran su atención, curiosidad, dudas. Porque –hay que decirlo y lo saben muchos- el hecho, era objeto de discusión privada entre miles de antiguos militantes, entre miles de presos, entre cientos de dirigentes o figuras de prestigio. Cómo es posible entonces que el hecho no concitara atención?
Aquí estamos ante un hecho de una gravedad inminente, que pudo mantenerse y prolongarse por la pasividad de demasiadas personas. Un fenómeno colectivo de alienación nos parece la primera explicación. Pero sospechamos que no alcanza .
La publicación del documento del Estado Mayor del Ejército, fechado el 16 de junio de 1977, arroja una luz definitiva sobre el mayor intento de falsificación de la historia reciente del Uruguay moderno luego de la tiranía militar. Comprueba lo que cientos sospechaban pero nadie se atrevía a afirmar.
Decenas de libros escritos (4), una mistificación gigantesca de la historia, una verdadera mitología falsa cae por tierra. En horabuena. Pero el documento que volvemos a publicar para recordarnos a los tupamaros en primer lugar, que las perversiones políticas están al alcance de la mano sin recurrir a métodos de silenciar a nadie, debe servirnos de atención a todos. Nuestro aporte como protagonistas desde la militancia en los sucesos es, en primer lugar, señalar el hecho y llamarnos a todos a una reflexión sobre sus implicaciones.
(1) La revelación de este documento nos sacudió como a muchos de los nombrados que viven. Hacía tiempo largo que habíamos roto nuestras relaciones con Eleuterio Huidobro y el resto del elenco de la dirección oficial de la firma MLN/MPP. Pero aún en la mayor de las discrepancias, manteníamos hacia el individuo el respeto que había sabido ganarse en otros tiempos. Fue un mazaso terrible en la conciencia y nos acordamos del poema de Machado: “Hay golpes terribles/ golpes/ yo no sé/ que abren surcos/ en las almas mas recias/y en los lomos mas fieros”.
(2)La historia de las promociones de ciertos coaptados, es trágica a todo lo largo de la historia del viejo MLN-T. Se promovía no en función de un criterio objetivo: formación política y militar comprobable por todos , sino en función del capricho de ciertos jefes. Así favoritos y “negritos mimosos” llegaron a tener responsabilidades sobre vidas ajenas. La historia de los desastres que protagonizaron es conocida por todos, sus consecuencias también. Solo en casos excepcionales los “coaptados” llegaron a estar a la altura de las circunstancias y se ganaron el respeto de sus subordinados. La categoría de “negrito mimoso” han sido siempre refugio para vivillos, oportunistas, pícaros y cínicos que han llevado a la organización sus vicios. Recientemente un jefe histórico bien conocido: (el “Coruja”) Maneras Lluveras ( y no es casualidad que sea muy silenciado ) en su carta de renuncia se explaya acertadamente sobre el tema después de la liberación de 1985 (leer el libro Donde hubo fuego ).
(3)El “goteo” fue irse de a uno , sin alharacas y sin coordinación. En tiempos de actividad militante se pedía “la baja”. Después de la liberación (1985) los militantes sentían que ese requisito no era necesario. Se iban simplemente a rumiar su dolor en silencio y altivamente. En realidad, políticamente hablando, se la “hicieron muy fácil” a los personajes que fungen de dirección, pero también hay que decir que reinan sobre una carcasa vacía. Marenales y “su” MLN es un cascarón desarbolado con algún fusil viejo colgado de la pared como recuerdo de tiempos mejores, que a él lo consuela de sus múltiples cobardías morales (no físicas) contra sus antiguos compañeros. Renuncia propiamente dicha, conocemos la de Leonel Vidal que la escribió de puño y letra y nos explicó muy detalladamente el porqué cuando nos dejaba el relato de “La noche triste” ( confrontación de Sendic, con los que lo querían hacer pasar por “loco”) .
(4)Decimos decenas, que superan con creces las obras del ahora “escritor y senador” porque en múltiples obras ha sido objeto de entrevistas y testimonios. Aquel que quiera seguir escribiendo historias sobre las bases de los testimonios interesados de un colaborador de la Inteligencia Militar uruguaya sabrá que se aventura en un terreno minado por la inteligencia militar.
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